A través de la ruta La Sombra de los Alfares, el visitante podrá disfrutar de un reencuentro con la historia de la cerámica de Hellín de los siglos XVII, XVIII y XIX. Paseará por calles tan pintorescas como la de Alfarerías, Cuesta de San Rafael o Bernales, situadas en una pequeña prominencia de la población en la que se alza este barrio tradicionalmente alfarero.
El recorrido comienza en la Plaza de Europa para introducirnos en la calle Cantarerías, nombre que se debe a la existencia de algún taller dedicado a la venta y fabricación de cántaros. De los hornos de estos alfareros, además, salieron otros recipientes para contener alimentos y agua como orzas, jarros o tinajas.
Tras la calle Cantarerías, el itinerario nos conduce hacia uno de los puntos más pintorescos, fotografiados y dibujados en la localidad. Es la Cuesta de San Rafael, en cuyo final se puede apreciar la ermita del patrón de la ciudad y a la que debe su nombre esta calle.
Se trata de un templo del siglo XVII construido de materiales modestos como el ladrillo, el yeso y la madera. Se encuentra presidido por una escultura del mismo siglo que los hellineros identifican como San Rafael, aunque presenta la peculiaridad de ser una mezcla entre San Miguel, que viste de militar y armado con espada y rodela, y San Rafael, con la presencia de Tobías con el pez y el Ángel Custodio.
El siguiente lugar de interés, tras pasar por calles como Virgen, Bernales u Olvido, es la calle Barranco. Ésta es popularmente conocida como Barranco del Judío, ya que puede haber sido un sitio elegido para llevar a cabo el enterramiento de judíos cuando éstos se negaban a ser bautizados.
Más adelante nos encontramos con la calle Unión, nombre que parece deberse a que fue un antiguo camino que unió los barrios de la judería y el de los moriscos asentados en la calle Alhóndiga.
Más tarde, el recorrido abandona el barrio de San Rafael para llegar al de San Roque, presidido por la Iglesia del siglo XVIII y de estilo popular. En su interior se encuentra una de las imágenes que más devoción despierta entre los hellineros: el Cristo de Medinaceli. Los últimos pasos nos dirigen hacia la calle Alfarerías. En ella se concentró casi la totalidad de la actividad alfarera, siendo la ciudad con mayor producción de cerámica del antiguo Reino de Murcia durante los siglos XVII, XVIII y primer tercio del XIX, aunque ya había constancia de la loza esmaltada hellinera en el siglo XVI. Destacaba la cerámica relacionada con la vajilla de mesa: platos, fuentes circulares, jarras de asa o saleros, entre otros elementos.
Finalmente la ruta acaba en el Museo Comarcal, lugar donde la sombra de los alfares alcanza en la actualidad su punto de luz, permitiendo al visitante conocer los trabajos derivados de las antiguas costumbres alfareras.